Las elecciones municipales están a la vuelta de la esquina y, para los residentes de Tabarca, esto significa mucho más que simplemente depositar un voto en una urna. Significa embarcarse en un viaje, cruzar aguas y recorrer kilómetros de carretera para llegar al colegio electoral de Urbanova.

A primera hora de la mañana, el bullicio comienza en el puerto. Los vecinos, equipados con sus pertenencias, esperan el barco que los llevará a la península. Aunque la distancia es corta, la falta de una línea marítima regular ha convertido este proceso en una odisea anual.

La historia nos dice que, durante las primeras elecciones democráticas, las urnas se encontraban en la isla misma, en la cofradía de pescadores. Sin embargo, la privacidad es un bien preciado en una comunidad tan estrechamente unida, y muchos optaron por votar en la península para mantener la confidencialidad de sus elecciones. Esta decisión, tomada hace años, ha establecido un precedente que aún persiste.

Carmen Martí, presidenta de la asociación de vecinos Isla Plana de Tabarca, ha expresado en múltiples ocasiones la necesidad de mejorar la conectividad con la península. «Es esencial que tengamos un acceso más regular y confiable», comenta Martí. «No solo para las elecciones, sino para la vida diaria de todos los tabarquinos».

Mientras el barco zarpa, se puede sentir un aire de determinación entre los pasajeros. A pesar de los desafíos, la comunidad de Tabarca está decidida a ejercer su derecho democrático. Y mientras la isla se desvanece en la distancia, uno no puede evitar preguntarse: ¿Cuánto tiempo más tendrán que enfrentar estos desafíos los residentes de Tabarca antes de que se implementen soluciones sostenibles?